¿Hasta qué punto se puede hablar de sinodalidad en la Biblia?

 Principios bíblicos de comunión, discernimiento y participación

Introducción

El término sinodalidad se ha convertido en una palabra clave del Magisterio reciente, especialmente bajo el pontificado del papa Francisco. No obstante, su empleo ha suscitado interrogantes sobre su fundamento bíblico: ¿Es un concepto moderno extrapolado a la Iglesia primitiva o tiene raíces profundas en la Sagrada Escritura?

Aunque el vocablo “sinodalidad” como tal no aparece en los textos bíblicos, sí encontramos en la Biblia principios estructurales y espirituales que sustentan esta experiencia eclesial: la comunión, la participación y el discernimiento colectivo bajo la guía del Espíritu Santo.

Precisión metodológica: evitar el anacronismo conceptual

Es importante, sin embargo, señalar desde el inicio los límites hermenéuticos de esta aproximación. Hablar de "sinodalidad bíblica" no implica que en la Biblia encontremos una estructura sinodal formal como la que hoy propone la Iglesia: con sínodos locales, consejos parroquiales o procesos deliberativos con metodologías participativas modernas. Hacerlo sería incurrir en anacronismo, es decir, en proyectar sobre los textos bíblicos categorías propias de otra época y contexto.

Más bien, lo que este estudio propone es identificar en la Escritura principios teológicos y dinámicas comunitarias que, aunque no usen la terminología actual, prefiguran o inspiran lo que hoy denominamos sinodalidad. Se trata de rastrear, en la historia de la salvación, una gramática espiritual de comunión que oriente el modo en que el Pueblo de Dios camina, discierne, decide y actúa bajo la acción del Espíritu.

Este enfoque también permite distinguir la verdadera sinodalidad —como expresión de la vida en el Espíritu en comunión con los pastores y el Sucesor de Pedro— de otras propuestas eclesiológicas, como el conciliarismo medieval, que atribuía la autoridad suprema a los concilios por encima del Papa, y que fue rechazado por el Magisterio por contradecir la constitución divina de la Iglesia.

En esa clave, este artículo explora hasta qué punto es legítimo hablar de una sinodalidad bíblica, no como una categoría anacrónica, sino como una dinámica teológica y comunitaria presente ya desde la experiencia del pueblo de Israel y continuada en la praxis eclesial del Nuevo Testamento.


I. La raíz veterotestamentaria: Pueblo convocado y escuchado

1.1 La asamblea de Israel (qāhāl)

Desde el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios no es una masa anónima gobernada unilateralmente, sino una asamblea convocada (qāhāl) por el Señor, en la que se escucha la voz divina y se responde con responsabilidad comunitaria (cf. Dt 4,10; Ex 19,17). Esta experiencia fundacional del Sinaí configura a Israel como un pueblo cuya identidad brota de la escucha y obediencia a la Palabra revelada.

El modelo sinodal se insinúa aquí como participación activa del pueblo en la alianza, a través de mediaciones humanas (Moisés, los ancianos, los jueces), pero siempre con una dimensión de corresponsabilidad en el seguimiento de Dios.

1.2 Los ancianos, jueces y asambleas deliberativas

El gobierno del pueblo de Israel no fue estrictamente monárquico ni clerical. Textos como Éxodo 18,13-27 muestran cómo Moisés, siguiendo el consejo de Jetró, establece una estructura de gobierno compartido a través de jefes de mil, de cien y de cincuenta, anticipando una lógica de discernimiento colegiado y subsidiariedad. Asimismo, los zəqēnîm (ancianos) jugaron un papel clave en las decisiones nacionales (cf. Jos 23–24; 1 Re 8).


II. Jesús y la comunidad de discípulos: una sinodalidad en gestación

2.1 El estilo pastoral de Jesús

Jesús no impone su mensaje de manera autoritaria, sino que forma una comunidad de discípulos, los instruye con paciencia, dialoga incluso con quienes lo contradicen, y promueve una experiencia de fraternidad. En Lucas 22,24-27, reprende a los discípulos que disputan por el poder, y redefine el liderazgo como servicio. Este cambio de paradigma es la base para comprender el liderazgo cristiano como ministerio sinodal.

Además, Jesús incluye en su comunidad a mujeres, publicanos, y galileos sin formación formal, abriendo la posibilidad de una participación amplia y diversa en la construcción del Reino.


III. El libro de los Hechos: modelo arquetípico de sinodalidad

3.1 El discernimiento comunitario: Hechos 1 y 6

El inicio del libro de los Hechos presenta una Iglesia que discierne comunitariamente. La elección de Matías para sustituir a Judas (Hch 1,15-26) y la institución de los siete servidores para resolver tensiones entre comunidades (Hch 6,1-7) muestran procesos donde toda la comunidad participa, se ora, se dialoga, y se decide. Esta estructura no se basa en la imposición de una élite, sino en la escucha del Espíritu y del pueblo.

3.2 El Concilio de Jerusalén: sinodalidad en acto (Hch 15)

El capítulo 15 de los Hechos constituye el núcleo bíblico más sólido para hablar de sinodalidad. Ante una controversia doctrinal —la necesidad de la circuncisión para los paganos— la Iglesia no responde con decisiones individuales, sino que convoca a los apóstoles y presbíteros para deliberar juntos:

“Se reunieron los apóstoles y los presbíteros para examinar este asunto” (Hch 15,6).

Esta fase doctrinal parece reservada al liderazgo ministerial. Sin embargo, el relato también hace explícita la participación de la comunidad laical en aspectos clave del proceso. Por ejemplo:

“Entonces les pareció bien a los apóstoles, a los presbíteros y a toda la Iglesia elegir algunos de entre ellos y enviarlos…” (Hch 15,22).

Esto indica que la comunidad cristiana fue parte activa en el discernimiento práctico y en la misión evangelizadora, incluso si no participó en el núcleo doctrinal formal. La fórmula “a los apóstoles, a los presbíteros y a toda la Iglesia” muestra una comunión eclesial donde se reconoce la corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios.

Más aún, la carta enviada a las iglesias se redacta con un tono fraterno:

“Los apóstoles y los presbíteros, hermanos vuestros, a los hermanos venidos del paganismo…” (Hch 15,23).

Y concluye con una expresión que revela la clave sinodal del acontecimiento:

“Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros…” (Hch 15,28).

Este binomio, Espíritu y comunidad, revela una Iglesia que no decide desde la autoridad impuesta, sino desde el discernimiento compartido en comunión con Dios. Por tanto, aunque la deliberación teológica fue llevada a cabo por los ministros, la sinodalidad del evento reside en la dinámica de consulta, escucha, consenso y misión compartida. Es un modelo paradigmático de comunión eclesial.


IV. Las cartas paulinas: carismas, corresponsabilidad y comunión

Pablo, sin usar el lenguaje de sinodalidad, presenta una teología profundamente sinodal. En 1 Corintios 12–14, insiste en que la Iglesia es un cuerpo donde todos los miembros tienen un don, y ninguno es prescindible. El discernimiento comunitario de los carismas y la edificación mutua constituyen principios estructurales de una eclesiología participativa.

Asimismo, en sus cartas pastorales y eclesiológicas (como Efesios y Romanos), Pablo concibe a la Iglesia como una comunión de creyentes donde la diversidad de funciones se integra en una única misión (cf. Ef 4,11-16).


V. Hacia una teología bíblica de la sinodalidad

La Biblia no ofrece un “modelo de sinodalidad” codificado, pero sí revela un estilo de comunión, discernimiento y participación que se despliega a lo largo de la historia de la salvación. Desde el pueblo convocado en el desierto hasta la Iglesia de los Hechos y las comunidades paulinas, se aprecia una dinámica de consulta, deliberación, escucha y servicio mutuo que fundamenta teológicamente la sinodalidad eclesial.

La sinodalidad, entonces, no es una invención moderna, sino una expresión actual de principios bíblicos profundamente enraizados: el caminar juntos como pueblo de Dios, bajo la guía del Espíritu Santo, hacia la plenitud del Reino.


Conclusión

Hablar de sinodalidad en la Biblia no es una proyección anacrónica, sino una recuperación hermenéutica de sus principios esenciales. Aunque el término sea reciente, la realidad que expresa es tan antigua como el mismo pueblo de Dios. La sinodalidad bíblica no es estructuralmente idéntica a la contemporánea, pero sus fundamentos —la escucha comunitaria, la primacía del Espíritu, el discernimiento plural y el servicio como forma de autoridad— están presentes en la Escritura y siguen interpelando a la Iglesia actual.

En palabras del papa Francisco, “el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Ese camino, como vemos, ya se insinuaba en las sendas del Éxodo, resonaba en las decisiones del Cenáculo, y sigue guiando hoy los pasos de una Iglesia que desea caminar en comunión.

Saludos

Luis Breña

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