El uso de ἀγάπη en la LXX: más allá del amor divino
Una búsqueda revela que el término ἀγάπη aparece 15 veces en la LXX. Lo más sorprendente es su concentración abrumadora en el libro de Cantar de los Cantares (11 veces), un poema intensamente erótico y simbólicamente nupcial. Aquí, agápē describe el deseo entre amantes, la atracción irresistible y el vínculo afectivo que mueve la acción del relato. No es un amor abstracto ni puramente espiritual, sino que se expresa con fuerza corporal y emocional:
"Sustentadme con tortas de pasas, confortadme con manzanas, porque estoy enferma de ἀγάπη" (Cnt 2,5)
Este uso sugiere que agápē en la LXX no está limitado a una categoría espiritual o altruista, sino que también puede referirse a un amor humano apasionado. Incluso en Cnt 8,6 se dice:
"El amor (ἀγάπη) es fuerte como la muerte... sus brasas, brasas de fuego, llama de Yahvé."
¡Una declaración poética donde el amor pasional se compara con la fuerza arrolladora de la muerte y con la llama divina! Esto tensiona los límites de nuestra noción moderna de agápē.
Otros usos: entre lo sabio y lo emocional
Fuera del Cantar, el término aparece en libros sapienciales como Eclesiastés y Sabiduría, y en contextos más narrativos como 2 Reinos (2 Sam 13,15). En este último caso, se describe cómo Amnón odia a Tamar con un odio mayor que el amor (agápē) con que la había amado, lo que claramente implica un amor impulsivo y posesivo, más cercano al deseo erótico que al amor cristiano.
Esto evidencia que agápē en el mundo griego de la LXX no era un término técnico teológico, sino una palabra flexible, capaz de adaptarse al contexto y expresar distintos matices del amor humano.
¿Cómo ilumina esto el uso de ἀγάπη en el Nuevo Testamento?
Con esta base, el uso del término agápē en el Nuevo Testamento se vuelve aún más interesante. Los escritores del NT, especialmente Juan y Pablo, toman un término común y multivalente, y lo llenan de nuevo contenido teológico. Por ejemplo:
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En 1 Corintios 13, Pablo habla del amor (agápē) como paciente, bondadoso, sin envidia ni egoísmo, orientado al otro: una forma de amor purificado y trascendente.
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En Efesios 5,25, se exhorta: “Maridos, amad (agapate) a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia”. Aquí, el amor conyugal se eleva al nivel del amor sacrificial de Cristo.
Este uso deliberado de agápē apunta a una transformación teológica del término: lo pasional no se excluye, pero se transfigura. El amor que antes podía ser enfermizo, posesivo o simplemente deseoso, ahora es llamado a ser oblativo, fiel, maduro, sanado por la gracia.
Conclusión: el amor cristiano tiene raíces encarnadas
El estudio del término agápē en la Septuaginta revela que el amor cristiano no flota en un cielo etéreo, sino que se encarna en la experiencia humana del amor: romántico, conyugal, amistoso, comprometido. El Nuevo Testamento no rechaza esta dimensión, sino que la redime. Por eso, el amor de Dios revelado en Cristo no es ajeno al corazón humano, sino que lo atraviesa y lo transforma.
La próxima vez que leas "Dios es amor", recuerda que ese amor, ese agápē, no es solo espiritual: es amor que toca la piel, que arde como fuego, que se entrega hasta la cruz.
Saludos
Luis Breña
Muy interesante esta interpretación. Me gustó!
ResponderEliminarExcelente aporte todo claro y conciso
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